En su página de Facebook, el Presidente Uchtdorf compartió este recordatorio de que nuestro Padre Celestial está siempre allí, sonriendo, alentándonos, elevándonos e inspirándonos a ser mejores y haciendo todo lo posible para ayudarnos a encontrar la felicidad:
A todos los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, los invito a tener confianza y ser valientes al vivir como miembros de la Iglesia de forma bondadosa y clara. Por favor, defiendan lo que significa el Evangelio. No debemos ser imperiosos, sino que tampoco debemos evitar de vivir y compartir nuestras creencias.
Recuerdo una experiencia que escuché hace poco acerca de unos padres que estaban inscribiendo a su hijo en la escuela. El formulario de inscripción preguntaba si el niño era luterano o católico. Los padres informaron a los administradores de la escuela que su hijo no era ni lo uno ni lo otro, era miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Se les dijo que el nombre de la Iglesia era demasiado largo como para incluirlo en el formulario.
Después de insistir con paciencia y bondad y de dejar claro lo que era importante para su familia, esos padres finalmente fueron capaces de encontrar una manera de inscribir a su hijo en la escuela, indicando que era miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en el formulario de inscripción. Quizá sea este un asunto pequeño, pero es con bisagras pequeñas que los grandes portones se mueven. Esos padres comprendieron que su religión era lo suficientemente importante como para incluirla en los registros de la escuela. Este es el tipo de madurez y seguridad que nuestros hijos y nietos tienen que ver en cada una de nuestras interacciones diarias.
No necesitamos colocarnos en un pedestal y menospreciar a los que son de otras religiones ni debemos escondernos ni evitar que otros sepan quiénes somos y lo que creemos. Debemos sentirnos con confianza y en paz para comunicar quiénes somos, mirando a los ojos a todos aquellos con los que tenemos contacto durante nuestra vida diaria. Nuestra bondad hacia nuestros semejantes y la dedicación por vivir los principios del Evangelio serán nuestras mejores herramientas misionales, muchas veces más de lo que la palabra expresa.
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