En la Iglesia, ¿En qué Cosas una Mujer debe ser Obediente a un Hombre y/o Esposo?




por C. Gorton

Vivimos en un mundo inicuo, y es bastante comprensible que cuando las personas se convierten a la Iglesia, traigan consigo muchos de los conceptos del mundo que no son parte del evangelio de Jesucristo, aunque los mismos términos son utilizado en diferentes contextos en el mundo y en la Iglesia. Uno de estos términos es la palabra, presidir. Quien preside en el mundo es un señor supremo; quien preside en el reino es un siervo.

En la familia mormona, el esposo y padre, que posee el santo sacerdocio, es quien lo preside. Es bastante desafortunado que algunos hombres que presiden hogares tiendan a usar su sacerdocio en el contexto mundano, en lugar de hacerlo en el contexto en que estaba destinado a ser usado en el reino, es decir, en el hogar de los Santos de los Últimos Días. La Sección 121 de Doctrina y Convenios aborda específicamente este tema:

"He aquí, muchos son los llamados, y pocos los escogidos. ¿Y por qué no son escogidos?

Porque a tal grado han puesto su corazón en las cosas de este mundo, y aspiran tanto a los honores de los hombres, que no aprenden esta lección única:

Que los derechos del sacerdocio están inseparablemente unidos a los poderes del cielo, y que estos no pueden ser gobernados ni manejados sino conforme a los principios de la rectitud.

Es cierto que se nos pueden conferir; pero cuando intentamos encubrir nuestros pecados, o satisfacer nuestro orgullo, nuestra vana ambición, o ejercer mando, dominio o compulsión sobre las almas de los hijos de los hombres, en cualquier grado de injusticia, he aquí, los cielos se retiran, el Espíritu del Señor es ofendido, y cuando se aparta, se acabó el sacerdocio o autoridad de tal hombre.



He aquí, antes que se dé cuenta, queda abandonado a sí mismo para dar coces contra el aguijón, para perseguir a los santos y combatir contra Dios.

Hemos aprendido, por tristes experiencias, que la naturaleza y disposición de casi todos los hombres, en cuanto reciben un poco de autoridad, como ellos suponen, es comenzar inmediatamente a ejercer injusto dominio.(D. y C. 121: 34-40).

Este pasaje nos dice que cuando los hombres intentan imponer su voluntad al intentar usar su autoridad del sacerdocio, los cielos se retiran; el Espíritu del Señor está afligido; y cuando se retira, se termina el sacerdocio o la autoridad de ese hombre. El pasaje continúa describiendo las condiciones bajo las cuales es legítimo usar la autoridad del sacerdocio:

"Ningún poder o influencia se puede ni se debe mantener en virtud del sacerdocio, sino por persuasión, por longanimidad, benignidad, mansedumbre y por amor sincero;

por bondad y por conocimiento puro, lo cual engrandecerá en gran manera el alma sin hipocresía y sin malicia;

reprendiendo en el momento oportuno con severidad, cuando lo induzca el Espíritu Santo; y entonces demostrando mayor amor hacia el que has reprendido, no sea que te considere su enemigo;

para que sepa que tu fidelidad es más fuerte que los lazos de la muerte." (D. y C. 121: 41-44).

El presidente Spencer W. Kimball dijo una vez:

"Hemos oído hablar de hombres que le han dicho a sus esposas: 'Tengo el sacerdocio y tienes que hacer lo que digo'". Decisivamente rechazó ese abuso de la autoridad del sacerdocio en un matrimonio, declarando que ese hombre "debería no ser honrado con el sacerdocio." (The Teachings of Spencer W. Kimball, 316)

Así que sugeriría que es apropiado que una mujer sea obediente a un hombre cuando usa su autoridad del sacerdocio como se describe en los versículos 41 a 44, más arriba. Un hombre así nunca impondría su autoridad sobre su cónyuge [o sobre ninguna mujer] sino que con dulzura y mansedumbre y con amor sincero intentarían complacer y dar tranquilidad a su esposa, buscando su bienestar y felicidad.




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Hernán Felipe Toledo

Ingeniero, viajero, creador de comunidades y amante de difundir inspiración. Actualmente sirve en una Presidencia de Estaca.

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