Llamando a todos los ángeles: Estamos rodeados por ellos y podemos ser uno también


Escuchar a Élder Holland hablar acerca de los sentimientos que a veces irrumpen en nuestra vida, relacionados con la depresión y la ansiedad, fue uno de los momentos más especiales de la última Conferencia general. Sabemos que él y muchos otros grandes hombres y mujeres dentro y fuera de la iglesia como George Albert Smith, Charles Dickens, Marie Curie, Martin Luther King Jr. Etc. han tenido que lidiar en gran o pequeña medida con el desánimo, el vacío, la melancolía y nostalgia que los asaltan de manera a veces repentina y desproporcionada, fuera de lo que normalmente estamos acostumbrados.

La depresión parece producirse por una desconexión en las regiones del cerebro que trabajan en conjunto para procesar las emociones. Cuando alguna es muy difícil de asimilar, o demasiado recurrente, podría decirse que esa conexión termina por quebrarse e interrumpirse, y reconoce los resultados todavía neutros como si fueran en realidad malos o negativos. Investigadores de la Universidad de Illinois (Chicago) liderados por Scott A. Langenecker, Neuropsicólogo Clínico, han constatado a través de la tecnología de neuroimagen, este desacoplamiento de la red emocional en personas con depresión.

Mientras Élder Holland hablaba pensé en aquel a quien él representa, en ese ser que sufrió todas las cosas y nos manda que brillemos. Pensé en Jesucristo, en si en algún momento de su ministerio tuvo estos eventos de profundo desánimo, de profundo dolor y tristeza, vacío y quizás desesperanza, y si están registrados de alguna manera. Dado que descendió hasta lo más profundo y pisó el lagar para saber cómo rescatarnos, lo creí posible. El registro en 3 nefi 17:14 en el que se conmueve al ver la disposición de los habitantes de América, a diferencia de la gran mayoría de los Judíos, me daba una idea:

"...gimió Jesús dentro de sí, y dijo: Padre, turbado estoy por causa de la iniquidad del pueblo de la casa de Israel". 



"En todas las aflicciones de ellos, él fue afligido. Y el ángel de su presencia los salvó; y en su amor y en su clemencia los redimió, los sostuvo y los llevó todos los días de la antigüedad" (DyC 133:53)

La cronología de su existencia me sitúa en el Concilio, en el momento en el que Lucifer lo despoja de la tercera parte de los espíritus que amaba. La traición es uno de los sentimientos que experimentó de manera recurrente y de los más difíciles de sobrellevar en esta vida. Las escrituras narran que los cielos lloraron por Lucifer a causa de este evento y lo llamaron desde entonces "Perdición" (DyC 76:23)

Una reminiscencia de aquello debió haber llegado al Salvador contemplando el momento en el que Caín le provocaba la muerte a Abel, nada menos que su fiel y amoroso hermano menor. También en el diluvio donde nuevamente se registra el dolor de los cielos por los hombres que morirían a causa de sus transgresiones (Moisés 7:40).

Pensé en cada guerra y derramamiento de sangre a causa de la iniquidad que inundó de nuevo el mundo. En su atención fija en Abraham camino al monte Moriah para sacrificar a su único hijo Isaac, en la esperanza de que él haga lo correcto (Génesis 22). En el día en el que José de Egipto siendo pequeño fue arrojado por sus hermanos al pozo; pensé en lo solitario y frío de ese abismo mientras acordaban venderlo a los mercaderes por veinte piezas de plata; el pavor, el terror y la ansiedad que debió haber sentido en José (Génesis 37). 

Finalmente, caí en el advenimiento del Salvador a la tierra, que aunque glorioso en un pesebre, provocó la ira del tirano Herodes "el grande" sobre todos los otros niños de su edad, con quienes Jesús había partido de los cielos a la etapa probatoria, aquellos a los que en la precognición de Dios, quizás se les había anticipado morirían a los pocos años de vida (Mateo 2:16). Me detuve un poco a pensar en que Jesucristo había experimentado todo aquello, incluso antes de venir a morir en la Cruz. Su espíritu así como el nuestro estaba preparado para llegar acá, pero la prueba era comprender todas esas cosas y sufrirlas además en la carne. El dolor para poder apreciar el gozo, el gozo para poder comprender el porqué del dolor.

Sin embargo, no es algo fácil evitar quebrarse con un recuerdo demasiado feliz, estando en la orilla contraria; o demasiado trágico estando en aparente calma, tampoco dejar de rumiar pensamientos. No funciona un único impulso, menos en estas épocas en las que muchos han perdido familiares y trabajo a causa de la pandemia y otros sufren las consecuencias de guerras oscuras y siniestras en varias partes del mundo; tiempos en los que de un momento a otro tenemos lejos a las personas que amamos, tan lejos como físicamente lo está el cielo, y que se hacen cada día más irreemplazables. El temor aleja la fe y la fe contiene esperanza, y es un ancla segura y firme (Etér 12:4) y entonces se nos aconseja hacer todo lo contrario a temer: "No temas, cree solamente". (Lucas 8:56)

La canción "Calling All Angels" de Jane Siberry entona: "...intentamos y esperamos, pero no estamos seguros de cómo hacerlo".

El Mesías entonces sufrió la trágica muerte de su primo mayor Juan el Bautista, ese pequeño bebé que aún en el vientre dio un brinco de alegría al sentirlo cerca dentro de María, y que fue tal vez su primer amigo. Ese mismo Juan que luego al crecer proclamaba en el desierto preparándole el camino, el que cedió su popularidad para indicar frente a la multitud que Cristo era el Mesías que esperaban y no él. Ese leal compañero de vida y ministerio, sería decapitado por orden de Herodes Antipas, y su cabeza puesta en un plato. Comprender su dolor ya era algo insostenible para mí. Al enterarse de la muerte de su primo mediante sus discípulos, buscó un lugar solitario para apartarse a pensar,  pero al ver que las personas lo seguían para consolarlo, se compadeció y los curó y bendijo. Después de eso los alimentó con cinco mil panes y cinco mil peces, y más tarde ya a solas con sus apóstoles, y a pesar de todo lo ocurrido, les diría caminando sobre las aguas: "¡Tened ánimo! ¡Yo soy, no tengáis miedo!" (Mateo 14:27)


El estudio de las neuroimagenes muestra algo extraño, luego de superado el evento depresivo las redes en reposo y cognitivas presentan hiperconectividad. Quizás como mecanismo de defensa de un cuerpo diseñado para ser  resistente a esta etapa, un cuerpo que se promete no será más probado de lo que pueda resistir (1 Corintios 10:13). Alguien que ha atravesado dolor generalmente logra identificarlo más pronto en los demás, puede desarrollar mayor empatía. Puede obtener más luz. Alguien que alguna vez ha recibido ayuda, prácticamente sabrá cómo ayudar a otro, pese a creer no tener el poder de hacerlo, en realidad en lo más profundo de sus experiencias lo tiene.

Hay una escena de la famosa película "Cadena de favores" ("Pay it Forward") que es bastante interesante, tanto que ha sido incluso analizada en universidades y colegios. Jerry es un  drogadicto y alcohólico consumado, que tiempo atrás había recibido ayuda de Trevor el protagonista. Con el recuerdo latente de aquello, ve a una persona intentando saltar al vacío desde un puente, nadie parece notarlo o estar cerca para ayudar, entonces Jerry se acerca a la mujer y hace todo lo posible para que desista, debido al aspecto desaliñado que lleva, las cosas solo empeoran. Ante la negativa utiliza un último recurso, Jerry le extiende la mano y le dice: "hágame un favor, sálveme la vida". La mujer lo contempla, comprende la profundidad del significado de aquella propuesta y decide no saltar [desciende y luego se van del lugar].

En nuestra naturaleza todos tenemos indefectiblemente una luz que jamás se apagará pese a cualquier circunstancia adversa, y es la luz con la que fuimos creados. De esa luz Élder Holland menciona:

"Antes de que ustedes recibieran el don del Espíritu Santo, tenían la luz de Cristo plantada en su alma, esa “luz que existe en todas las cosas, que da vida a todas las cosas” y que es la influencia para bien en el corazón de todas las personas que han vivido o vivirán. Esa luz les fue dada para protegerlos y enseñarles. Uno de sus mensajes principales es que la vida es el más preciado de todos los dones, un don que se obtiene eternamente solo por medio de la expiación del Señor Jesucristo. Como la Luz y la Vida del mundo, el Hijo Unigénito de Dios vino a darnos la vida al conquistar la muerte".

Una de las manifestaciones de la luz de Cristo según "Leales a la Fe" es la conciencia, aquello que nos inclina al bien, a reconocer aún en medio de la tormenta la luz de otros. A identificar en cada hijo de Dios el valor de su alma, que es nada menos que el potencial de llegar a ser como el Padre. Esa luz nos impulsa constantemente a hacer el bien, e incluso a intentar ayudar en la salvación de otros, estando nosotros mismos en los abismos más profundos. El servicio es uno de los caminos que condujo a Cristo y a sus discípulos a ser realmente feliz y a tener momentos de gozo en esta vida en medio de la adversidad y la tragedia, en medio del dolor y la traición, la deslealtad, la muerte y hasta dentro de las mismas fauces del enemigo. Solicitar ayuda y estar presto a brindarla, es una manera de volver a Cristo. 

"Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
Entonces se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle". (Lucas 22:42-43)



"No destruyas una vida por la que Cristo dio la Suya":

Cuando Lucifer se rebeló, eligió despreciar un cuerpo de carne y hueso y condujo a sus huestes a lo mismo, les prometió algo mejor que resistir pruebas físicas, dolor, cicatrices, esfuerzo y obtener resiliencia. Aseguró que sin tener todo eso serían felices, sin embargo hasta el día de hoy los ha traicionado también. No sólo no ha cumplido su promesa, sino que ha conducido a la miseria eterna a sus huestes.

Una vez compartí con alguien un mensaje peculiar que leí en las páginas locales de la Iglesia. El mensaje tenía de título: "Nuestra hinchada espiritual". Y era de Élder Walter F. Gonzáles. La "hinchada" se conoce en el fútbol como un grupo que ánima y alienta cada partido. Ese mensaje, nos hacía reflexionar acerca de la cantidad de espíritus que están animándonos a seguir adelante desde los cielos, espíritus de nuestros familiares fallecidos y futura descendencia que desean con todas sus fuerzas venzamos nuestras pruebas terrenales. No estamos solos, realmente no lo estamos. Si bien es cierto nos rodean ángeles y demonios, son más los que están de nuestro lado, son más los que están alentando por nosotros y con más poder y verdadera convicción (2 Reyes 6: 16-17).

La canción de Jean Siberry continúa entonando: 

"...Llamando a todos los ángeles,
Acompáñenme en este camino,
No [nos dejen solos]
Llamando a todos los ángeles,
Llamando a todos los ángeles,
Intentamos, y esperamos,
Lastimamos, amamos,
Lloramos, llamamos,
Pero no estamos seguros de por qué".


"En un mundo que necesita tan desesperadamente toda la luz que pueda conseguir, por favor, no minimices la luz eterna que Dios puso en tu alma antes de que este mundo fuese":

Alguna vez estuvimos de ese lado, cuando éramos espíritus. Nosotros alentamos al Salvador en el Concilio, luchamos junto a Él por defender nuestra libertad de elegir, de ser probados y de progresar. Cuando sufría en Getsemaní probablemente lo alentamos también. Él hace y hará lo mismo por nosotros, no nos negará la oportunidad de que estemos nuevamente a su lado. Al final del camino, después de haber irradiado toda la luz posible, levantado los brazos caídos, fortalecido cada rodilla debilitada, y aprendido a vivir y permanecer en esta tierra, su abrazo cálido con las marcas de sus manos reposando y terminando de sanar sobre nuestros hombros, será aquel feliz inicio de la paz anhelada y merecida que un día se nos ofreció tener. Él resistió cada insulto y golpe, cada injuria, escupitajo y traición, cada milímetro de su cuerpo fue hincado con dolor,  cada espacio santo de su alma se quebró y volvió a restablecerse, a causa de todo pecado que (cometido o recibido injustamente por nosotros) lo atravesó. Y lo hizo para tener a todos sus ángeles cerca nuevamente algún día y como consecuencia logren sanar, de la manera que Él sanó ¿Deberíamos negarnos aquel feliz reencuentro? ¿Perdernos para siempre en la oscuridad, cuando hemos sido creados de su eterna luz? 

Cómo diría Élder Holland: "Hasta que llegue aquella hora en el que el consumado don de Cristo sea evidente para todos nosotros, ruego que vivamos por fe, nos aferremos a la esperanza, y seamos "compasivos" el uno con el otro".




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José Verano S.

Con estudios en Ingeniería y Arquitectura, apasionado por la música y la escritura. Papá de Mateo y Olivia

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